El amanecer del planeta de los simios

Pues ya que estamos de domingo va una anécdota peliculera.
Hace unos días ya nos contaba la familia desde ViajamosLowCost en vivo y en directo el cuidado que hay que tener con los monos que pululan por la calles (en ese caso en Malasia), donde te andas vivo o te chorizan hasta la compra del super!. Que decir de los templos, de los que hablaré otro día, donde pululan a decenas.
La anécdota no ocurrió en este caso lejos sino en las propias oficinas de Ear Care Nepal. Y es que tener la casa tan cerca del zoo tiene sus ventajas y también sus inconvenientes.
Ya te podías despertar con los bostezos del tigre como toparte con un elefante al girar la calle mientras hacías footing a las 6.00am (que resultaba más efectivo que el mejor de los cafés para despertarse del todo).
El caso es que un día a alguien se le olvidó cerrar la puerta de la terraza y entendimos entonces porqué se pone tanto hincapié en que eso no ocurra. ¡Primera lección del día!, cerrar puertas de las terrazas.
Y es que un mono que andaba pululando por los tejados del vecindario aprovecho la ocasión para meterse dentro, darse un paseo por las habitaciones, sembrando el pánico a medida que la gente se lo iba encontrando.
Cesar, que le llamaremos así para mantener su anonimato, acabó bajando a la oficina parece que con ganas de trabajar porque se cogió un buen sitio en uno de los escritorios y no había manera de invitarle a marcharse.
¿Y qué se nos ocurrió, aparte de motivarle amablemente con la escoba? Pues probar tentándole con un plátano.
Y claro, ve la comida y se interesa mucho. Tanto que te das cuenta de la fuerza que realmente tienen para ser tan canijos, porque me quitó la banana en un abrir y cerrar de ojos, y ahí que se puso a zampar tranquilamente. ¡Segunda lección del día! Ojo que los monos tienen mucha fuerza.
Así que entre gritos y risas, con Cesar impertérrito disfrutando del aperitivo, probamos con otra idea feliz como lanzárle unas sandalias, quien sabe si por fobia ancestral o por olor podrían surtir efecto. Cesar siguió tan tranquilo a lo suyo.
Y hete aquí que se nos ocurrió usar una silla que resultó ser mano de santo. ¿Será por las horas de televisión que nos tragamos de pequeños con Ángel Cristo y Bárbara Rey?
El caso es que Cesar pareció haber visto de repente al fantasma de su abuelo o se acordó de que llegaba tarde a otra cita porque salió pitando. ¡Tercera lección del día!, las sillas parece que no les gustan nada a los monos.